El pasado sábado 19 de abril, el Avellino celebró su regreso a la Serie B tras siete años desde su última participación en la categoría de plata y una quiebra de por medio, con la consiguiente refundación desde la Serie D. Esta mañana, se conoció la noticia del fallecimiento del Papa Francisco, a los 88 años de edad, tras una larga enfermedad que, sin embargo, no le impidió oficiar la misa de Pascua y saludar a los fieles en la Plaza de San Pedro.
¿Y qué une estas dos situaciones? Aparentemente nada, pero existe una particular -y quizás lúgubre- cronología que vincula desde 1958 los ascensos del equipo irpino con sucesos poco agradables en la Santa Sede. Todo comenzó a finales de los años 50 del siglo pasado (concretamente en 1958), cuando el equipo de Campania logró el ascenso a la Serie C, logro que repitió en 1963: años en los que fallecieron Pío XII y Juan XXIII. En 1978 llegó incluso el ascenso a la Serie A de los “lobos”, pero también murió Pablo VI. En épocas más recientes, se produjo un doble ascenso a la Serie B, en 2005, año en que murió Juan Pablo II, y en 2013, cuando Benedicto XVI anunció su renuncia al ministerio petrino. Este año, se repite la historia, esta vez relacionada con el Papa Francisco.
Una historia que, independientemente de la interpretación que se le quiera dar, no resta mérito alguno a todo lo que la familia D`Agostino ha hecho por el club blanquiverde, que ha legitimado el ascenso de categoría en una temporada muy disputada.