Mientras que en Estambul el Inter compitió con dignidad, en Múnich simplemente no se presentó. La derrota ante el Paris Saint-Germain comenzó de la peor manera posible y culminó en un descalabro de proporciones colosales, de esos que indudablemente marcan el final de una era. El contundente 5-0 en el Allianz Arena no es únicamente un golpe demoledor para las aspiraciones del equipo de Simone Inzaghi en la Liga de Campeones, sino que podría significar un punto de no retorno para el proyecto.
Nadie en el equipo se libra de la crítica. Y, como era de esperar, Simone Inzaghi encabeza la lista de señalados, recibiendo una calificación muy baja. Resulta complicado justificar algunas de sus decisiones en los cambios, pero lo verdaderamente desconcertante es cómo el equipo pudo mostrar una actitud tan pasiva y derrotista en un partido que habían soñado disputar tras los 58 encuentros anteriores.
Giuseppe Marotta e Inzaghi intentan ganar tiempo. El presidente del Inter evitó culpar al entrenador inmediatamente después del partido: “Un resultado aislado como este no debe cambiar nuestras valoraciones ni borrar los méritos acumulados”, afirmó Marotta. “Nos reuniremos, tiene un año de contrato y ha demostrado tener la capacidad para el puesto que ocupa”. Por su parte, el técnico eludió las preguntas sobre su futuro en la rueda de prensa: “No es el momento de hablar de mi futuro”, respondió. “¿Si estaré en el Mundial de Clubes? En este momento no puedo responderlo”. El tema se abordará con más detalle el martes. En caso de que se produzca un cambio radical en la dirección técnica, el nombre que más suena es el de Cesc Fàbregas.
